domingo, 24 de febrero de 2008

Indigo



Esperó el devenir de su vida, sobrecogida en su umbral inerte por su mordaz resguardo de llanto, esperó que el sol interponga su imagen estéril y provoque en su tez despintada por el tiempo una sonrisa, una caricia ajena. Eran los primeros días de Agosto, momentos en los que su vida transcurría y meditaba su imagen de mujer soñadora, caían las hojas sueltas al viento y de entre sus cabellos ondulaban su estancia de aura. El caminar inerte y sus pasos lúgubres escondían su llanto, su pesar por la desdicha que no reclamaba al viento y que en su desdén disimulaba un instante de gloria, de incalculable episodio de nostalgia, solo esperaba que su vida suspendiese el dolor creado por el lastimero instante de congoja. Era de día cuando recordó lo feliz que era, cuando jugueteaba y su alma sentíase dichosa, su mirada buscó la sombra perdida una noche que buscaba un amor furtivo, de sus ojos relucían soles imantados por el transcurrir de la modorra. Era bella y de ojos saltones, su mirada esquiva siempre dejaba notar sus ganas de vivir, de su ser sobresaltaban sus emociones.
El camino que recorría era vespertino, lleno de Urales y suntuosos jardines, ella desteñida de vida, solicitaba un instante de sueño, un viaje eterno no alcanzable, no tramitado en estancia alguna, solo pensado e imaginado dentro suyo. Su vida es tan larga que le queda mucha q sufrir, demasiado que padecer ante este mundo, sutilmente asesino y extraño de misterio. Caminóse en torno al sol, desprotegida en rostro, su albur daba con el viento suave y desdeñoso de tiempo, su andar cansado por el solo hecho de no saber para que vive, concentraba su alma y la protegía de heraldos mágicos e incólumes, de sosedad, de austera imagen de vida, solo necesitaba un momento de placer, de revivir esa soledad distanciada de complicidad. Cuando mira al sol ella siente que esta viva, que las aureolas son instantes inexorables en virtudes, ella sabe que la vida no es para su muerte, la que esperaba fría e inerte pues sabia que tarde llega y aunque tarde es mejor que nunca, esperaba ese momento dulce y amargo, tibio y frio en las que sus húmeros fregaban su piel, ya destemplada en su ser, sabia que iba a morir y solo resignación era su fuente de vida. Cayó y sus bruces tocaron polvo, ah auscultas trataba de ponerse en vilo, sobre expuesta en frío dibujo una sonrisa y respondió de dentro suyo, no hay vida sin repudio. Era de tarde cuando llego a un pueblo olvidado, tanto que ella dio con este lugar sacado de un cuanto de hadas, donde el desenlace fue esgrima do en base a combates y funestos duelos Alcalá con sobrevivientes temerarios y muertos en la memoria de otros que como ella entendían la vida de una manera más distante.
Contemplaba las casas coloridas de matices felices, habrá estado ocupado de niños y mujeres atentas, de hombres laboriosos y de verdes acompañantes. Toco una puerta entre abierta, esbozo un llamado austero, nadie vino en su ayuda, ella agotada en su ser, necesitaba un poco de agua, liquido que limpie su alma de tan penosa agonía. Estaba sola ante un estéril y mundanal camino, lleno de espinas pues sus ojos no eran los mismos, su vida no era otra muerte ajena, era suya y dictaba mensajes al Enoc mas cercano, llévame no espero nada mas de esta vida. Transcurrió así horas, meses y años y ella solo atinaba a ver el horizonte, con lluvia y a veces seco y sus soles de distintos destellos y su muerte no llegaba. Un día antes de que el reloj de su vida contagie el de su sombra, estaba apostada en su rincón preferido e imposible de transitar cuando a lo lejos, lantanos y dando zumbos de errante vio llegar a su noche, su sueño eterno, al momento que espero y que jamás llegó. Seria ese un final para alguien que nunca amo, personaje que no olvido un precepto de verano, cuando aun vestía de niña y sus pequeñas mejillas ruborizaban su anima al ver que era motivos de halago. Entusiasmada corrió hacia el, trastabillo se ante el salir de un ápice de vida, encubrió su pena ante una muerte eterna, sola enfundo su llanto y dispuesta a aceptar el momento durmió…soñó que era libre y que sus ojos obnubilaban lo que algún día soñaría en su otra vida, se veía sonriente ya no inerte, y de su candul acegado de impotencia dejosé caer para que su mirada vea al sol que no vio, a ese astro luminoso que amainaba su espalda y desprotegía sus ojos sollozantes, se porto como la luna amante e insolente, le robo energía un día que el se fue de paseo con la estrella en un cielo espectral. El la miro y bajo sus ojos, transcurría un enojo cuando le exigió su alma, ella inspirada en un deseo febril concediose el anima que no era ya suya, era del mundo que le quitaba su vida, y le daba un instante remoto de paz, de esa paz que no conocía y de la que jamás pensó retener.
Era abril y su muerte no llegaba, solo le sonreía a lo lejos. Ahora estaba otra vez ahí sola pero había algo extraño en todo esto que le llamaba vida. Solo era una historia de un amor que dejo de andar…

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