"No me preguntes nada. Piensa por ti mismo y cuestiona a la autoridad.", irreverente conclusión a una partida de naipes donde Timothy Leary era participante.
Desafiante investigador de los temas relacionados a las drogas naturales y otros alucinógenos como el LCD que transformaron la sociedad del siglo pasado, Timothy Leary es un icono de la cultura “Hippie” basado en la espiritualidad y el crecimiento sicológico del hombre como ente y profesor de su propio destino.
Leary dio sus primeros pasos en la investigación en Springfield, Massachusetts en Estados Unidos. Es hijo de un dentista Irlandés-Americano que dejó a su familia cuando el pequeño apenas tenía 13 años. Pasados los 20 años se recibió de bachiller en sicología en la Universidad de Alabama en 1943 para luego enlistarse como médico en el servicio en la Armada de los Estados Unidos, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
El también profesor universitario tuvo en su repentino viaje a México las herramientas necesarias para hurgar entre los episodio de la movida hippie, logrando entablar una fuerte relación con personas y artistas relevantes de la época, lo que le valió un desagravio de parte de la justicia de su país; la misma que le abrió proceso hasta en cuatro oportunidades y condenó a 95 años de cárcel por posesión de marihuana y apología al desorden y libre pensar de esa época.
"Nuestro objetivo es transformar a la sociedad en los próximos 30 años, esperamos que usen LSD regularmente en su desarrollo espiritual y en su crecimiento psicológico", refería un Leary relajado mientras se grababa un documental sobre su vida.
Leary también reelaboró el tradicional pensamiento chino del Tao para ser utilizado en pleno viaje psicodélico. Y también escribió una autobiografía esencial para comprender los 60.
Con cuatro aspectos básicos de su teoría, “La amenaza americana” como fue apodado por críticos de su tiempo, trató de darle un acercamiento de PAZ Y AMOR real a la juventud y condicionó sus estudios en el cuarteto de objetivos. Incrementar el poder personal y la capacidad de comprensión, la cultura, de vida y crecer profesionalmente. En segundo término está el deber, el ayudar a otros, cuidar la asociación entre los hombres. Tercero: la diversión, el disfrute sensual, el placer estético, la cercanía interpersonal, la experiencia pura. Y finalmente, el fin trascendente, la liberación del ego y los límites de tiempo y espacio, logrando la unión mística.
"En muchas ocasiones no recuerdo lo que hice dos días antes. Eso hace interesante a la vida."
Fueron años de lucha y gloria ausente, tiempo del cual Leary procreó junto a su suicida esposa dos hijos, para finalmente recibir la noticia de ser un paciente con cáncer a la próstata. Lejos de permanecer en un hospital, Leary encaminó sus últimos días de vida a propalar su testimonio y representar a los millones de consumidores anónimos de la época.
El fatal desenlace de su patológica y alocada forma de vivir terminó un 31 de mayo del 2006, convirtiendo sus 75 años en un ejemplo plausible de su generación.
"Aprendí que el conocimiento y la inteligencia pueden ser sistemáticamente expandidos. Que el cerebro puede ser reprogramado."
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